Relato: "Vuelve conmigo"

18 marzo 2012

Hola holaaaaaaaaa

Os traigo un relato que acabo de escribir tras mucho tiempo de no ponerme delante del ordenador por falta de tiempo. 

Me gustaría poder ponerme a escribir muchísimo más, poder perfeccionar lo que escribo, darle algún sentido, escribir algo más largo... en fin, que me gustaría hacerlo más a menudo, pero no me es posible, así que aunque ya se que no soy una experta y que quizás no le guste a mucha gente o casi nadie vaya a leerlo, igualmente voy a publicarlo aquí porque sí, porque me gusta y quiero hacerlo.

El relato en cuestión es el siguiente...


Vuelve conmigo
Hay días en los que te despiertas con una sensación extraña en el cuerpo, con ganas de querer volver a dormir simplemente para hacer que esa espinita clavada en tus entrañas deje de devorarte por dentro lentamente, para dejar de sentir que estás viviendo en el lugar y en el momento equivocado de tu vida. Pero por mucho que intentas levantarte y tirar hacia adelante, esa sensación no te abandona y te acompaña durante todo el día volviéndose cada vez más intensa, más dolorosa y más insoportable.

Hoy, por desgracia, me he despertado así. Me he levantado de todas formas, con la pequeña esperanza de que este malestar desaparezca tarde o temprano. He ido al cuarto de baño mientras me iba desnudando por el camino, unos pantalones por aquí, la camiseta por allá… total, al volver ya lo recogería todo. Me he lavado la cara no una sino dos veces y me quedado mirando mi reflejo en el enorme espejo que ocupa una de las pareces del baño. Unas enormes y oscuras ojeras por debajo de lo que deberían ser unos bonitos ojos azules destacan por encima de todo. Estoy horrible. Doy la espalda a mi propio reflejo y me oculto el rostro entre mis manos. Definitivamente hoy me gustaría desaparecer, pero tras contar hasta veinte y ver que no estoy empezando a ser transparente, decido darme una ducha para aclararme las ideas.

Al salir de la ducha reconozco que me siento un poquito mejor. El gusanillo sigue ahí, pero la ducha le ha calmado un poquito las ganas de seguir destrozándome los ánimos. Eso es bueno. 

Recojo todo lo que he dejado tirado antes por el suelo y al llegar a mi habitación me visto con la ropa que dejé preparada la noche anterior. Me maquillo un poco en un intento de disimular la mala cara que tengo. En un día como hoy quiero estar presentable, por lo menos para él.  

Observo el reloj: son las diez y media. Debería ir pensando en salir. Recojo el bolso, las llaves y el casco de la moto y salgo por la puerta lentamente, como si me costara moverme y el simple hecho de ir moviendo una pierna tras otra me resultase un esfuerzo inhumano.

Tras bajar por el ascensor y esquivar a todos los vecinos dispuestos a entablar una conversación sin sentido, entro en el garaje a buscar la moto. Una vez he salido a la calle, empiezo a correr por las calles de Barcelona casi sin pararme a pensar por dónde voy. Podría hacer este recorrido con los ojos cerrados, llevo haciéndolo cada día desde hace mucho tiempo. Es como una especie de ritual: pasar por delante de la churrería y girar a la derecha, pasar cinco manzanas y girar a la izquierda, cruzar el puente y seguir dos manzanas más hasta llegar a la carretera principal. Una vez allí me detengo justo enfrente de una pequeña panadería en la que trabajé cuando tenía dieciocho años y sigo andando hasta llegar a mi destino.

Una vez estoy delante, cierro los ojos e intento calmar a mi corazón. Siempre que llego aquí se acelera hasta conseguir que me cueste respirar. El gusanillo vuelve a aparecer con más hambre que nunca y me atormenta con su insaciable mal humor y con esa sensación que me recuerda que yo no debería estar aquí, que este no es mi lugar. 

Mi cuerpo empieza a funcionar por inercia. Cada vez me cuesta más llegar. Hasta que lo hago y entonces observo con una pena infinita lo que hace años mandé grabar en una pequeña tumba escondida detrás de unos árboles, con unas letras plateadas igual de brillantes que el primer día. Jaime Torres 1986-2007. 

A su lado, otra tumba, más nueva que la anterior reposa a la espera de alguien que nunca llegará. Jennifer Ortiz 1987-2007. 

Repaso lentamente con la yema de los dedos las letras del nombre de Jaime y suspiro. Entonces observo como aquello que hace apenas unas horas deseaba con tantas ganas, empieza a ocurrir. Las letras pueden observarse a través de mi piel, mis dedos pueden atravesar la tumba de Jaime y los rayos de sol ya no me iluminan, pasan a través de mí, como si yo no fuese digna de recibirlos. Mi mente se nubla y en mi cabeza estallan mil y una voces que no me pertenecen y me impiden pensar con claridad. Me tumbo en el suelo hecha un ovillo mientras las lágrimas caen y desaparecen antes de llegar a tocar la tierra iluminada por el sol. Mi cuerpo deja de responderme. Cierro los ojos y me resigno a lo inevitable.

Tan sólo soy un alma en pena que pasará el resto de la eternidad viviendo una y otra vez el mismo día, la misma situación, la misma agonía. Un destino cruel para alguien que decidió dejar de existir. 

Pero esta vez es diferente. Vuelvo a abrir los ojos y hay alguien observandome. Una preciosa sonrisa y unos hermosos ojos verdes que creía que jamás volvería a ver me estan esperando impacientes. Sonrio como nunca. Me levanto y empiezo a correr hacia ellos. En mi cabeza sólo se escucha una voz. Su voz. Y lo único que escucho es cómo me llama y me dice “Vuelve conmigo”.


Si habéis conseguido llegar hasta aquí tras leerlo por completo, me gustaría preguntaros si os ha parecido una completa locura o le habéis encontrado algún sentido. Si os ha despertado algo o por el contrario ha sido la gilipollez más grande que hayáis leído. Ya sabéis que me gusta saber vuestra opinión y más en lo que intento escribir. 

Y sobretodo, ¡gracias por leerme!


Nos leemos!!






2 comentarios:

  1. Ay Wendy.. ¿Como va ser una gilipollez? A mi me ha encantado.. me he emocionado y todo.. Precioso.. Un besazo!

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